El pasado jueves 8 de septiembre
de 2011, el Pbro. Ramón Mares Olmos celebró junto a la comunidad de San Miguel
Arcángel Zinacantepec, la acción de gracias por la celebración de sus veinte
años de ordenación sacerdotal. Pedimos a Dios que le siga dando sabiduría,
salud y alegría, para continuar con la obra que el Espíritu Santo le ha
encomendado en la Iglesia. La celebración Eucarística de principio a fin fue
muy emotiva, las palabras que salían del corazón del Padre Ramón iban haciendo
eco en toda la asamblea, preparando el camino para que Cristo-Eucaristía
sellara la acción de gracias y el compromiso realizado por nuestro pastor y la
comunidad; pero de esto hablaré posteriormente, porque la celebración estuvo
enmarcada por una obra de teatro que abrió con broche de oro la celebración; y
que cerró con una convivencia organizada por el consejo parroquial, lo cual fue
todo un éxito.
Iniciemos
con el preámbulo de la celebración Eucarística, a las seis de la tarde se
presentó una obra de teatro, la cual, retrató con mucho realismo el drama de
las relaciones humanas y cristianas en la familia. Por una parte se mostró una
realidad familiar de desamor y violencia, la cual, no está preparada para
formar hijos e hijas con ideales y sueños, a lo más que pueden aspirar es a la
mediocridad del modelo paterno y la sumisión del rostro materno. Una realidad a
la cual, muchas familias no escapan en nuestra comunidad, por eso vemos en el
día a día, jóvenes que no alcanzan a trascender en la vida, que renuncian al
estudio y al trabajo, sueñan con ser como papá: machista, alcohólico y
conformista. Pero también las niñas no pueden aspirar a grandes cosas, tan sólo
buscarse un marido quien las saque de su realidad familiar, para llevarla a
otra realidad no muy diferente, donde el estudio y el trabajo le son realidades
cerradas, porque sólo será una sirvienta en casa, a las órdenes del esposo que
la esclaviza y violenta. Por otra parte,
se presentó el modelo de una familia donde el amor es el centro de sus
relaciones, ¡qué distinto! Hay diálogo, cariño, formación, respeto, libertad,
escucha; es decir, una familia que ha dejado entrar el corazón de Jesús en su
hogar. Jesús que invita amar, a ver en el rostro de cada uno de los miembros de
la familia su infinito amor. Y las cosas cambian, porque el amor que nos regala
Jesucristo nos da otra dignidad, una dignidad que nos hace ser libres, que nos
permite crecer, soñar, aspirar a cosas importantes en la vida, estudiar,
trabajar, sonreír, ser feliz. Sabiendo de antemano que es la Gracia de Dios lo
que permite vivir en armonía y plenitud; y que las solas fuerzas humanas,
aunque se esfuercen en lograrlo, no van cosechar los frutos que Dios nos da
cuando lo dejamos entrar en nuestra casa. Un matrimonio cristiano forma un
hogar donde todos los miembros crecen, donde no hay violencia ni esclavitud, sino
todos vuelan muy alto, luchan en el día a día por ver cristalizados los sueños,
trabajan para que el Reino de Dios sea una realidad visible desde la realidad
que nos ha tocado vivir, y que nos prepara para la salvación eterna.
La obra de teatro nos enseña a
superar nuestra imagen de Dios, una imagen en la cual lo hemos colocado fuera
de nuestra existencia, de nuestro hogar y de nuestra realidad. Dios debe vivir
en medio de nosotros, ha de ser una experiencia de todos los días, ha de ser
una realidad visible en el trato en el hogar. Un Dios que se encarna en nuestras
vidas para experimentar la salvación y que nos proyecta a cambiar esta realidad
de pecado por una realidad donde impera el amor. Por eso, hemos de manifestar
la experiencia de Dios en nuestras acciones de todos los días.
El toque festivo, alegre y
solemne predominó en la Celebración Eucarística, el Pbro. Ramón Mares en la homilía,
habló a los jóvenes con un ímpetu jovial que se notaba la acción del
Espíritu Santo en todo su ser. Inspirado
en el Papa Juan Pablo II afirmó tajantemente que “los jóvenes son la esperanza
de la iglesia”, porque son especiales para Jesús. Su aportación es esencial
para la Iglesia, por su creatividad, su emotividad, su pasión, su fuerza, su
vitalidad; sin embargo, también nos hizo reflexionar que los hijos en las
familias no han sido amados, en sintonía con lo que vimos en la obra de teatro,
los exhortó a volar, a crecer, a luchar por el sentido de la vida, en un
ambiento de violencia, de esclavitud y mediocridad en el cual las familias
muchas veces los someten. A los padres de familia los exhortó a cambiar su
estructura familiar, a confiar en la misericordia de Dios, abrirse a una
experiencia personal del amor de Dios, para poder formar en la fe a los
jóvenes, porque tienen hambre y sed de amor. Por eso se comprometió el Padre
Ramón a organizar un campamento en el mes de marzo, donde buscará que los
jóvenes se encuentren consigo mismos y con Dios, para que vuelen alto, para que
mantengan firmes sus ideales, sueños y valores. Porque confiando en la
Misericordia de Dios, todo se puede.
En este
sentido, compartió que al escuchar el llamado de Dios para la vocación
sacerdotal, se abandonó en las manos de su misericordia y recibió el apoyo
económico de “jóvenes” que pudieron costear sus gastos de seminario. Por lo
que, le hace ser más sensible con los mismos jóvenes, porque estuvieron
caminando con él en su vocación sacerdotal. Así mismo, nos compartió que el día
más importante de su vida fue el día que lo ordenaron sacerdote, el momento en
el cual Jesús le confía continuar con su obra salvadora, y da gracias de vivir
su vocación con profunda alegría; alegría que le hace disfrutar y gozar de la
Gracia de Dios presente en su Ministerio Sacerdotal. Además de compartirnos que
estaba muy agradecido con Dios, y muy contento por estar con nosotros en la
comunidad.
Sigamos
orando hermanos por nuestro pastor para que Dios le siga concediendo su Gracia,
a fin de que sea santo en el ejercicio del sacerdocio, y que nosotros fieles
seamos instrumentos, sus ojos, sus odios, su mente, sus pies en los lugares
donde él no puede estar, y no dudar de siempre pedir vocaciones sacerdotales,
porque la viña es grande y los trabajadores pocos.
Al finalizar la Celebración
Eucarística los grupos y movimientos parroquiales, coordinados por el Consejo
de Pastoral, compartieron los alimentos con la comunidad, como ocasión para la
convivencia y cercanía entre el padre Ramón y la comunidad. He de mencionar con
mucha alegría, que este servicio lo hicieron con un espíritu evangélico
precioso, hubo mucha organización, pero sobre todo mucha nobleza y sentido de
fraternidad entre todos. Eso demostró que la comunidad parroquial va madurando,
va caminando con estructuras evangélicas firmes. También el Consejo Parroquial
tuvo a bien obsequiar al Pbro. Ramón Mares un traje, por cierto muy bonito, en
color negro, quien fue entregado en la Eucaristía por el Presidente del
Consejo, quien agradeció la estancia del Padre Ramón en la comunidad y rogó a
Dios por la salud y la bendición de su ministerio sacerdotal a nombre del
Consejo y de la Comunidad parroquial en general.
No me queda más qué decir: “FELICIDADES
PBRO. RAMÓN, GRACIAS POR SER ESPERANZA PARA NUESTRA COMUNIDAD”